Estoy muy harta de que se me encasille en ser una marimacho
(¿qué tendrán en contra de las camisas de cuadros?), de que se diga que actúo
como un hombre (todos somos humanos y todos nos tiramos eructos). Estoy harta
de que diga que soy una lesbiana marimacho cuando simplemente soy una lesbiana.
Mi nombre es Panriqueta Scissors y busco cortar los estereotipos que encasillan
a las lesbianas igual que los patrones de la ropa que coso.
El pasado 26 de abril fue el día de la Visibilidad Lésbica,
un día que, a todas luces, no tendría que existir, y sin embargo, existe. Y es
que a pesar de que la homosexualidad esté plenamente aceptada en casi todo el
mundo, nos encontramos con el hecho de que los gays están mejor considerados
que las lesbianas. ¿Por qué?
Desde la antigüedad, los pueblos y sociedades siempre han
considerado a la mujer inferior al hombre (con la excepción de los espartanos,
los cuales igualaban la muerte durante el parto de una mujer con la muerte en
batalla de un hombre) y siempre ha estado relegada a puestos de poca
importancia. Siempre se la ha considerado el ama de casa, la fábrica de hijos,
la encargada de mantener hogares, y sobre todo, debía estar callada y sin hacer
nada. Y durante toda la historia de la humanidad ha sido así: la mujer, un
trozo de carne que el hombre puede manejar a su antojo. Las cosas cambiaron,
sí; la mujer empezó a votar y a tener voz, empezó a independizarse, a gritar
“aquí estoy yo”. Y desde luego, también empezó a visibilizarse el hecho de que
una mujer también puede querer a otra mujer.
Ya lo dice María Jesús Méndez en este artículo: “el día [de la
visibilidad lésbica] en que se conciencia a la sociedad, y a las mismas
lesbianas, que existimos, que somos más que un anuncio publicitario para atraer
el consumo de los hombres, que la vida es mejor y más grata fuera de los
armarios […] ser lesbiana en 2014 se parece mucho a ser una persona más,
indistinguible en un grupo de gente, en una masa humana que se desplaza en el
metro con escasa expresión facial un lunes por la mañana.”
Y sin embargo,
todavía hay gente que sigue viendo el lesbianismo como un instrumento para que
los hombres se diviertan; casi un fetiche. Las lesbianas son observadas e
incluso enjuiciadas cuando van cogidas de la mano e incluso cuando comparten un
beso, cosa que cada vez pasa menos con los gays.
La mujer sigue
relegada a ese “puesto inferior” incluso siendo homosexual. A pesar de que el
colectivo queer se ha hecho muy visible últimamente, las lesbianas siempre han
estado más “escondidas” por el simple hecho de ser mujeres. El machismo sigue
estando muy presente en todos los ámbitos de la sociedad, permitiendo que las
mujeres sigan estando excluidas, incluso cuando se trata de su condición
sexual.
Pero esta
visibilidad invisible no es sólo cosa del las lesbianas, los bisexuales también
lo sufren. Esta parte del colectivo LGTB es uno de los que más castigados, no
sólo por lo que representa su sexualidad, sino también por lo mucho que los
propios estándares sociales dictan; muchos bisexuales que han decidido salir
del armario han oído en más de una ocasión la frase “ya te decidirás por un
lado u otro”. El hecho de que este colectivo pueda mantener relaciones
afectivas y sexuales de manera satisfactoria con ambos sexos no es óbice para
que a estas personas se las “obligue” a decantarse por un sexo u otro por las
convenciones sociales actuales.
Mucha gente se
sigue preguntando por qué existen días como el de la Visibilidad Lésbica. Días
como ésos dejarán de existir cuando a la mujer finalmente se la acepte como un
igual al hombre, cuando se la deje de tratar como un ser inferior.
La visibilidad
lésbica será real cuando se acepte de verdad que las mujeres también pueden
amar a las mujeres, cuando se entienda que el lesbianismo no sólo existe para
poner cachondos a los hombres.
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